CARTA ABIERTA A UN PADRE
Por el Dr. Ariel Gelblung
Director del Centro Simon Wiesenthal
Para América Latina
Abogado y profesor universitario, Carlos Reusser tuitea: “Encontré a mi hija con una expresión entre cómica y afligida. Me dijo que había inventado un chiste, pero que no se atrevía a decirlo. Tras mucho tira y afloja, accedió a contármelo: -Un chico judío me pidió mi número. –Le dije que en esta época usábamos nombres.”
Tratándose de un docente universitario, del que se presupone que su actividad es educar donde está el bien y donde el mal, más aún si es abogado, se espera que el fin del tuit continúe con una enseñanza a su hija sobre lo que significa el buen gusto, ausente en este caso. O de la empatía, es decir, aprender a ponerse en lugar de otro que sufre o ha sufrido para entenderlo, acompañarlo, confortarlo, lo que tampoco se ve en este caso.
Terminarlo allí, sin otro comentario indica que quiere festejar el humor y ocurrencia de su hija, que por supuesto, aprendió de él, en su función de educador hogareño. Es más, su hija aún tenía dudas si era algo que provocaba humor o era algo que no solo no era gracioso sino que provocaría aflicción.
Y publicarlo implica un cierto orgullo al contar lo bien que su hija aprendió de su sentido del humor. Entendemos entonces que liberó a su hija de la aflicción que podía sentir.
El tuit no se presenta como una pretensión de contagiar odio hacia los judíos, por lo que frente a la acusación de antisemitismo, seguramente exhibirá algún palmarés de amigos judíos o sentirse ofendido porque jamás se ha considerado como tal.
Posiblemente, en lugar de pedir disculpas, insistirá por lo bajo sobre el alto nivel de sensibilidad de quienes estamos ofuscados con su tuit, de poca comprensión y de que “Al fin y al cabo nunca se puede decir nada de uds porque siempre lo toman a mal”.
Sr. Reusser, todavía hay sobrevivientes coexistiendo con nosotros (por suerte) de una época en que cuando alguien hacía esos presuntos chistes festejaba que La Solución Final era posible. Nosotros aprendimos que cuando alguien amenaza con nuestra destrucción debemos tomarlo en serio. Y si eso implica tener un nivel alto de alerta, pues bien. No para enojarlo por ello, sino para que reflexione Ud. que su nivel de agresión es alto y su nivel de empatía es inexistente.
Nos lleva a otro planteo. Si es Ud. docente universitario, ¿Cuál es la calidad de educación que brinda?
No me refiero a cantidades de información, sino el verdadero contenido.
A menudo, frente a manifestaciones antisemitas, la primera reacción es sostener que se trata de ignorantes que necesitan corregirse mediante educación.
En su caso, profesor universitario, descuento que no es ignorancia, sino el contenido de la educación. Sin pretender ofenderlo, lo muestra al festejar la ocurrencia de su hija en lugar de hacerle entender que su parte de aflicción era la correcta. Si así lo hubiera Ud narrado, otra habría sido la reacción ante su publicación.
Insisto que no se trata de ignorantes. Al fin y al cabo, el pueblo alemán de la década del `30 era el más culto de la historia. De lo que hablamos es que profesores universitarios prioricen la calidad de educación, contenido y valores en un solo envase. Solo esos trabajarán por una sociedad rica, diversa, en la que sería muy bueno contar con hijas como la suya que sentían una cuota de aflicción, con un padre que haya aprovechado ese sentimiento para hacer lo que se espera de un padre educador y docente. Enseñarle valores.
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El Centro Simon Wiesenthal es una organización judía internacional de derechos humanos que cuenta con más de 400.000 miembros. Es miembro consultivo de las Naciones Unidas, la UNESCO, la OSCE, el Consejo de Europa, la OEA y el Parlamento Latinoamericano (PARLATINO)
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